Al celebrar con toda la Iglesia la gran Fiesta de Pentecostés hemos querido dedicar nuestra reflexión al tema de la acción del Espíritu Santo Él nunca está quieto. Siempre está actuando. Está dispuesto a obrar en ti y en mí si lo recibimos y lo dejamos hacer.
Precisamente hace unos años el Papa Francisco habló de esto unos días antes de Pentecostés. Y decía:
“El Espíritu Santo es el que mueve la Iglesia, es aquél que trabaja en la Iglesia, en nuestros corazones… Es aquél que nos enseña a mirar al Padre y a decirle: ‘Padre’. Nos libra de esa condición de huérfano a la que el espíritu del mundo nos quiere llevar… Es el protagonista de la Iglesia viva…”
Manifestación de la acción del Espíritu Santo en nuestra vida
El Espíritu Santo actúa de muchas maneras. Su modo de obrar es infinito, porque Él es muy creativo. Por eso para cada situación y para cada persona se “inventa” su manera particular, única, irrepetible, como cada uno de nosotros.
Sin embargo, hay algunos modos de actuar que son muy propios suyos, y que utiliza con todos nosotros. Y hoy queremos referirnos a cuatro de esas formas específicas de actuar que tiene el Espíritu Santo y que tú podrás ir descubriendo en tu propia vida.
Ellas son:
1-Es tu Maestro interior (Jn 14,26)
3-Te hace hijo de Dios (Ga 4,6)
4-Te hace testigo de Cristo (Jn, 15,26-27)
1. Es tu Maestro interior (Jn 14,26)
¿Cómo puedes reconocer la guía del Espíritu Santo?
El Espíritu Santo no te hablará con palabras audibles. Más bien, Él te guiará a través de tu propia conciencia (Rom 9,1).
Hay maneras muy claras en las que puedes recibir su guía. Ellas son, entre muchas otras:
estar familiarizado con la Palabra de Dios La Palabra de Dios es “la espada del Espíritu” (Ef 6,17). Por lo tanto el Espíritu la utilizará para hablarte y revelarte la voluntad de Dios para tu vida (Cf Jn 16,12-14).
Llevar una vida de oración “Orad constantemente” (1Tes 5,17). También permitirá que el Espíritu ore en ti: “Y de igual manera, el Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza.
tener una vida sacramental comprometida. . En primer lugar, su gracia te hace un miembro de la Iglesia por el Bautismo. Pero además, en los demás sacramentos, te compromete a ser testigo de Cristo en el mundo.
Los sacramentos son signos visibles del amor de Dios, y te invitan a experimentar una y otra vez este amor. ¿Para qué? Para hacerlo presente, con la ayuda del Espíritu Santo, en la tarea de la Iglesia.
Por eso en los sacramentos recibirás continuamente la gracia, el don poderoso y siempre nuevo del Espíritu Santo. Él es el Guía que te formará como discípulo y misionero. Es el Don que anima, aviva, fortalece, alimenta y hace vivir a la comunidad, a la Iglesia, a la humanidad según la acción del Resucitado y Salvador Jesucristo.
2- Es tu Guía (Jn 16,13)
¿Estás siguiendo la guía del Espíritu Santo?
El Espíritu Santo nunca va a conducirte al pecado. Por eso, el hecho de vivir en pecado habitual te hará pasar por alto lo que el Espíritu Santo quiere decirte. Estar en sintonía con la voluntad de Dios, apartándote del pecado y confesándote frecuentemente, te permitirá reconocer y seguir la guía del Espíritu.
Otra forma de saber si estás siguiendo la guía del Espíritu es buscar señales de los frutos del Espíritu en tu vida. Recuerda las palabras de Jesús: “Por sus frutos los conoceréis…” (Mt 7,16). Y ¿cuáles son los frutos del Espíritu? Nos los enumera San Pablo: “…el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí…” (Ga 5,22-23). Si te dejas guiar por el Espíritu verás que estas cualidades crecen y maduran en ti, e incluso llegarán a ser evidentes para los demás.
3. Te hace hijo de Dios (Ga 4,6)
Esto quiere decir que es el Espíritu Santo quien te comunica su vida divina, quien te da la filiación divina. Has pasado de ser esclavo a ser hijo de Dios, “hijo en el Hijo”. Por el Espíritu Santo puedes llamar a Dios: “Padre”.
¿Quién te da esta experiencia?
Es el Espíritu Santo quien te hace descubrir la paternidad de Dios de una manera real y auténtica. Él te hace tomar verdadera conciencia de ser hijo de Dios y te revela a ti mismo como “nueva criatura” (Cf. 2Co 5,17). Esta disposición la irás viviendo en la oración y en la obediencia filial.
Seguir a Cristo en obediencia al querer del Padre es identificarte con la voluntad del Padre (Cf Jn 4,34). Bajo la acción del Espíritu Santo aprenderás a buscar siempre la voluntad divina para conformarte con ella. Y lo harás por amor y no por temor, ya que “el amor echa fuera todo temor” (1Jn 4,18). El Espíritu Santo te libra del temor del esclavo y te introduce a la “gloriosa libertad de los hijos de Dios…” (Rm 8,21).
4. Te hace testigo de Cristo (Jn, 15,26-27)
La experiencia de Pentecostés transformó a los discípulos. Cambió su timidez, sus miedos y su cobardía y los hizo testigos. Y ellos comenzaron a dar testimonio de Cristo con la fuerza del Espíritu Santo.
Ser testigo implica abrazar el Evangelio para que transforme y fermente tu existencia. Solo así podrás irradiar tu fe con coherencia ante todos y a cualquier precio.
El testimonio de vida es acción del Espíritu Santo. Es lo que experimentaron los mártires que, para ser coherentes con su fe y fieles a la justicia, “perdieron” la propia vida. Ellos fueron capaces de darse, de amar hasta el extremo a Dios y a los hermanos. Por eso el martirio ha sido considerado don supremo del Espíritu Santo.
Dos maneras concretas de ser testigo
A veces en el día a día se te puede hacer difícil ser testigo del Resucitado. Y te das cuenta de que tienes la tentación de que tu fe vaya por un lado y tu vida por otro. Pero el Espíritu Santo viene en tu ayuda y te capacita para que des testimonio de dos formas muy concretas:
– Te cristifica
Esto significa que va formando a Cristo en ti. Te hace “sacramento del Resucitado”, es decir, hace presente a Jesús Resucitado en tu vida. Y tú empiezas a asumir el modo de hablar, de pensar, de sentir, de actuar, de amar… de Jesús. Y de esa manera eres transparencia suya para cada una de las personas con las que te relacionas.
Cuando dejas que el Espíritu Santo te clasifique empiezas a vivir como hermano, como servidor. Y crecen en ti la ternura, la amabilidad, el compromiso, el sacrificio, la entrega, la generosidad y tantos otros tantos valores que caracterizan la propuesta de vida de Jesús.
– Te hace instrumento en las manos de Dios
Dios siempre actúa en la historia humana a través de mediaciones. Lo podemos ver desde el Génesis hasta el Nuevo Testamento. Aquí actúa a través de su único mediador Jesucristo. Por eso, si quieres ser testigo del Resucitado tendrás que decirle: “Señor, aquí estoy, listo para servirte a Ti, sirviendo a los hermanos. Aquí estoy dispuesto a dar lo mejor de mí para que tu bendición llegue a todos los que la necesitan…”
Tú tienes que ser las manos y los pies de Dios para tus hermanos. Estás llamado a ser bendición para cada uno de ellos. Porque ser cristiano implica dar la vida a favor de los demás, como lo hizo el Señor con nosotros.
Reflexión personal:
Y tú ¿dejas actuar al Espíritu Santo en tu vida?
¿Le das la oportunidad de obrar en ti y hacer el bien?
Él está deseoso de hacer fructificar sus dones y sus gracias en ti. Quiere que sus carismas florezcan en tu vida para que la Iglesia se vea enriquecida y renovada.
Permítele moverse, vivir, actuar, moldear todo en ti… Verás cómo tu vida se transforma.
¡Feliz Pentecostés!
ACTIVIDAD N°07
Elabora una tarjeta con uno de los dones del Espíritu Santo
Apellidos y nombres: ............... Grado/Sección:.....
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