Santo Tomás Apóstol era judío, pescador de oficio. Tuvo la bendición de seguir a Cristo, quien lo hizo apóstol .
"(Tomás) era un hombre obstinado. Pero, el Señor quiso
precisamente a un obstinado para hacernos entender una cosa muy muy grande .
Tomás vio al Señor, fue invitado a meter el dedo en la herida de los clavos;
puso la mano en el costado y no dijo: ‘Es verdad: ¡el Señor ha resucitado’.
¡No! Fue más allá. Dijo: '¡Dios!' El primero de los discípulos en hacer la
confesión de la divinidad de Cristo, después de la Resurrección. Y adoró".
El tema central de este segundo domingo de Pascua es, por encima de todo, la COMUNIDAD. El Evangelio nos ayuda a descubrir cómo es una Comunidad* que NO tiene en el centro a Jesús de Nazareth, hasta que él «aparece» y ocupa su lugar («se puso en medio») y qué consecuencias tiene para todos. ¿Y qué pasa cuando en esa Comunidad hay algún hermano que, aun deseándolo, no ha experimentado un encuentro personal con el Resucitado, y vive envueltos en dudas?
Cuando el Resucitado no se ha puesto «en medio» de nuestra vida, vivimos con el alma cerrada, intentando defendernos como podemos de nuestros propios miedos y culpas, levantando muros protectores, desconfiando incluso de los más cercanos, guárdandonos para dentro lo que soñamos, nos duele, necesitamos, nuestras frustraciones... Cerramos puertas, ponemos cerrojos y guardamos silencio. Así estaba Tomás.
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