“Tu Palabra es una luz para nuestro camino”
Un gran encuentro
En mi niñez y mi adolescencia yo nunca leí una
Biblia.
Mi familia dejó de ir a Misa cuando yo era pequeño,
así que en realidad no estuve expuesto a la Palabra de Dios. Con todo, yo había
recibido los sacramentos iniciales, es decir, era católico, creía en Dios y
quería ser bueno para poder llegar al cielo algún día, pero a pesar de eso la
realidad de Dios era muy distante para mí; no formaba parte de mi vida
cotidiana. Pero todo cambió cuando conocí y me enamoré de una hermosa chica
llamada Maruja, que luego sería mi novia y después mi esposa.
Nos casamos y nos trasladamos a los Estados Unidos,
donde yo ya estaba trabajando. Un día, ella me pidió que le consiguiera una
Biblia en español, pero en esa época no pude encontrar una donde vivíamos. Una
vez que me tocó viajar a un país latinoamericano por motivos de trabajo, al
regresar le traje una y ella se puso a leerla y estudiarla ávidamente. Poco a
poco, por las noches antes de dormirnos ella leía la Biblia y a veces me decía:
“¡Mira qué lindo lo que dice aquí!” Y me leía un versículo o dos.
Al principio, yo no estaba tan entusiasmado, pero
no quería contrariarla, así que no objetaba al hecho de que me leyera. Casi
todas las noches ella empezó a leerme pequeños pasajes de los evangelios, de
las cartas de San Pablo, de los salmos, o de cualquier parte en que la Palabra
de Dios le hubiera llegado al corazón. Por gracia de Dios, ella nunca me
presionó ni me reprochó mi poco entusiasmo; pero en realidad, debo decir que,
honestamente, yo no me di cuenta de cómo ni cuándo fue que empecé a poner
atención a lo que ella me leía. Es que aquello que yo escuchaba cuando ella me
leía tenía sentido, era cierto y yo no podía negarlo; tenía tanta lógica y
sentido común, que me empezó a interesar.
Esa fue una época de verdadera “reconversión” para
mí. La verdad es que, tanto Maruja como yo nos enamoramos de la Palabra de Dios
cada vez más y nos dedicamos a estudiarla, meditarla y ahora enseñarla desde
hace muchos, muchos años.
¿Por qué leer la Biblia? Probablemente la mejor
explicación la encontramos en la propia Palabra de Dios: “Toda Escritura está
inspirada por Dios y es útil para enseñar y reprender, para corregir y educar
en una vida de rectitud, para que el hombre de Dios esté capacitado y
completamente preparado para hacer toda clase de bien” (2 Timoteo 3, 16-17). Y
esto es así porque “la palabra de Dios tiene vida y poder. Es más cortante que
cualquier espada de dos filos, y penetra hasta lo más profundo del alma y del
espíritu, hasta lo más íntimo de la persona; y somete a juicio los pensamientos
y las intenciones del corazón” (Hebreos 4, 12).
En realidad, hay infinidad de pasajes en la propia
Biblia que explican o justifican la necesidad y la conveniencia de leer y
estudiar la Sagrada Escritura, como por ejemplo, la hermosa y significativa
Parábola del Sembrador (Mateo 13, 1-9. 18-23).
Una de las experiencias que me tocó profundamente
al leer los evangelios o las cartas de San Pablo, fue que la Palabra de Dios
empezó a interpelarme y hacerme ver que esto o aquello que yo hacía o no hacía
no era lo correcto, que era pecaminoso, erróneo y que debía cambiar de
conducta. Es decir, para mí fue como darme una larga y cuidadosa mirada al
espejo y ver si aquél que yo veía en el reflejo estaba viviendo según la verdad
de Dios, una verdad que yo no podía dejar de reconocer.
Y cuando tú sientes que el Señor te dice “Eso que
estás haciendo no está bien”, ¿qué puedes hacer si no cambiar? Doy un ejemplo.
En varios países se ha hecho común que la gente, especialmente los jóvenes, al
hablar dicen muchas vulgaridades y malas palabras en la conversación normal. Yo
también las decía como algo normal de la cultura popular. Pero leyendo Efesios
4, 29 y Santiago 3, 9-10 vi que esto no era correcto y el Señor, por su
misericordia, me lo fue quitando. Al poco tiempo, me había librado por completo
y ahora me molesta cuando escucho que alguien habla de esa manera, tanto en
español como en inglés.
Una carta de amor. En realidad, el Señor nos habla en la Sagrada
Biblia porque nos ama y quiere que empecemos a escuchar, comprender y aceptar
lo que él nos dice. El propio Concilio Vaticano II lo dice claramente: “En los
sagrados libros el Padre que está en los cielos se dirige con amor a sus hijos
y habla con ellos; y es tanta la eficacia que radica en la Palabra de Dios, que
es, en verdad, apoyo y vigor de la Iglesia, y fortaleza de la fe para sus
hijos, alimento del alma, fuente pura y perenne de la vida espiritual” (Constitución
dogmática Dei Verbum, 21).
A los que piensan que la Biblia es de otra época,
yo puedo asegurarles, por experiencia propia, que por el contrario, la Palabra
de Dios no está pasada de moda. ¡Al contrario, es más actual que los noticieros
de mañana! y es tan vigente como lo fue al inicio de la humanidad.
Bien, entonces, si la Biblia es actual, ¿de qué me
sirve leerla yo? Una analogía común que se hace es que cuando uno compra un
aparato nuevo, lo normal es que venga con un “manual de instrucciones de uso”
donde se explica cómo funciona, cómo se mantiene en buenas condiciones, qué
hacer si se descompone, etc. Bueno, la Palabra de Dios es el “manual
instrucciones de uso”. Allí, nuestro Creador, nos explica qué o quiénes somos,
cómo funcionamos, cómo podemos mantenernos en buenas condiciones espirituales
(e incluso físicas) y qué hacer si nos “descomponemos”.
A ver, expliquemos eso un poco. Dios nos creó no
solamente como seres materiales, sino espirituales también. De hecho, cuando
nuestro cuerpo físico muera, lo que subsiste es el alma, vale decir, el ser
espiritual que tiene vida eterna y que nos permite pensar, razonar, entender y
comunicarnos con Dios.
Y cuando nos “descomponemos”, es decir, cuando le
damos cabida al pecado, la desobediencia, la soberbia y otras actitudes
contrarias a Dios y destructivas para nosotros mismos, es como si al carro no
le ponemos gasolina, ni aceite ni aire en los neumáticos… ¡No puede andar y así
no sirve para nada! Aunque sea un carro muy bien cuidado y que luce lindo, si
no le ponemos el combustible y el aceite que necesita, no nos resulta útil. Muy
parecidos somos nosotros: Podemos preocuparnos mucho por nuestra apariencia
exterior, pero si en el interior no tenemos el alma vivificada por la verdad de
Dios, no podemos hacer nada útil ni productivo (Juan 15, 5).
Pero, ¿qué tiene que ver eso con la Biblia? El
Señor Jesús les dijo a sus discípulos: “El Espíritu es el que da vida; la carne
para nada aprovecha; las palabras que Yo les he hablado son espíritu y son
vida” (Juan 6, 63). Es decir que todo lo que necesitamos para llevar una vida
útil y productiva, de paz y amor, lo encontramos en la Palabra de Dios y en las
enseñanzas de la Iglesia. Por eso, la Biblia es nuestro “Manual de
instrucciones de uso.”
Pero no sólo nos sirve para ser buenos y vivir
bien. La Palabra de Dios está escrita en clave de amor, porque Dios nos ama y
quiere que nosotros nos amemos los unos a los otros. Jesús vino a explicarnos
las Escrituras con su propia vida, por eso debemos leer la Biblia como una
carta de amor, no como un libro de historia. La Biblia no es un tratado de
historia ni de ciencia y muchos de sus pasajes están escritos en lenguaje
metafórico o simbólico precisamente para ayudarnos a entender el mensaje en
cualquier época y en cualquier cultura.
El Papa Benedicto XVI lo tiene muy claro cuando
dice: “En primer lugar, es preciso leer la Biblia no como un libro histórico o
literario cualquiera, por importantes, hermosos o relevantes que sean sus
contenidos y su autor. La Biblia hay que leerla como Palabra de Dios, es decir,
entablando una conversación con Dios, que me habla y me llama a través de su
Palabra. Hay que tocar a esta puerta, como afirmaba San Agustín, “he tocado a
la puerta de la Palabra para encontrar finalmente lo que el Señor me quiere
decir”, con alma orante, con espíritu humilde, con disposición del corazón, con
apertura de la mente.”
Hay algo que es importante nunca perder de vista:
Que el tema principal de toda la Sagrada Escritura es que Dios nos ama, que nos
quiere a su lado, que él hace todo lo posible para que experimentemos ese amor
y para que luego nosotros mismos salgamos a contarle a todo el mundo sobre cómo
el Señor ha renovado nuestro corazón por su misericordia y por medio de su
palabra, a través de la Sagrada Escritura. “Ustedes ya están limpios por las
palabras que les he dicho.” (Juan 15, 3).
1-Escribe La frase que más te llama la atención.
2-Explica que quiere decir a tu entender la frase seleccionada.
3- Dios existe ¿Por qué entonces el hombre tiene qué sufrir ?
RETO :
Elabora una reflexión que te sugiere esta historia.
CRITERIOS DE PRESENTACIÓN DEL RETO :
1-Buena ortografía y caligrafía.
2-Puntualidad en la presentación.
3-Elaboración del reto.
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